Los abrazos…; sí, hasta
fuera de plazo; por qué no. Es lo que
hay que hacer: abrazar y abrazar, por simple placer, y a quien no se lo merezca, también. El primer
abrazo, que llegue y su despedida, que no suene. Por qué volver la cara,
cambiar la mirada, hasta el propio ser; no hay que ser como la gente, y sí, distintos. Si hay que enseñar algo, es eso.
Nos odiarán por ser
diferentes y crearán cierta incertidumbre, al vernos encender la lumbre, sin ayuda
de papel; y porque nuestro grito no obedezca a delito y sí, a puro placer y
para que nuestra sangre de luna, sea la oportuna y fiel. Dichosa compañera, en
tantas noches de espera y auroras de satén.
Cuando empezó, nunca creyó acabar; aquel
trecho le había hecho, no cambiar de opinión. Si no otro, distinto corazón. Todo
lo escribió; tuvo tiempo para ello y
sería delito para él, esconder lo que llevaba dentro. El poema más tierno, el
verso más sutil; aquel que calara hondo en su corazón juvenil; repleto de
emociones, vida y porvenir. Pensó en un cielo distinto, tal vez de abril;
infinito…, sí.
El mayor abrazo…
no vio el final,
disfrutó del principio;
con sólo mirar;
ahora, ya…
desaparecieron los lazos,
no se sabe… abrazar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario