Aquella
mañana…., quiso vestir a la Serena, de vida. Había llovido y llovido; luego, se
formaron arroyos de latidos que golpeaban pizarros y veredas, buscando maneras de llegar los primeros. Había
que competir, como hace hombre que no
esconde, su decir.
Fueron
primero, gotas de lluvia exentas de lujurias y malsentir; más tarde cielos con
celo, manojos de tequieros, en aquella lluvia de abril. Sentir exquisito, al
borde del delito en cárcel nunca hostil.
No toda la
lluvia, moja; alguna cala. De nada vale secarse si ha calado hondo; hombro con
hombro, saludando a las mañanas que encienden días y nuevas ganas; sonoras campanas de lindo porvenir que inciten
a la calma para ser calma; a la vida, por ser vida; tú, por ser tú y a la
lluvia, lluvia… de eterna juventud.
Serena, serena…
quién te tuviera,
a mi lado siempre,
de compañera.
JM Vereda 29/2/24