-¿Por qué
escribes, papá?- me preguntó mi hijo mayor…, sin piedad.
- Es
complicada pregunta, complicado el
responder, porque no lo sé; sí…,
no sé por qué lo hago. Sí sé, que me hace falta hacerlo; que me encuentro bien
así. A la tecla del ordenador, al bolígrafo…a lo que sea, me entrego. El papel
o la pantalla son mis jueces y testigos-amigos, confesores de mi religión y
acólitos. Cedo paso, hijo, a lo que sale de dentro y lamento, mi falta
de memoria; estupendas historias, perdí. Cargo mis pistolas con balas de paz y
versos, sin retroceso.
- Pero…son
demasiado íntimos y universales; curando males
y dejando abiertos precipicios. Tales, como qué querrás decir emitiendo
uno u otro veredicto.
- La
interpretación, querido hijo, debe ser siempre personal y hasta exclusiva.
- Sí,
sí…estoy igual que estaba.
- Un abrazo,
hijo…
- Dios, para
ti, papá…
JM