Era su costumbre…
encender la lumbre,
ya apagada;
dibujar en blanco,
comprar carne en un estanco
y reír, sin ganas;
se peinaba…
siendo calvo,
confiando en milagros
y salvando a diario,
luchas sin porvenir;
qué más decir…,
nunca encontró acomodo,
sino en los locos de atar;
personajes ilustres,
más lúcidos que cualquier tal.
JM
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