Aquel médico…, curaba con los ojos, evitando enojos; no
sanaba con las manos, ni trabajaba en vano. Una simple mirada, era todo su
reconocimiento; para qué prolongar momentos, para qué recurrir a medicinas que, a parte, de la ruina, desconocen los lamentos.
Generaba confianza su mirar infinito, su llamada, su
grito, su templanza; su olor hasta a oscuras, cura que amparaba hasta la más sutil bienaventuranza. Nunca
aparecerá la cura, si no utilizamos
suturas convenientes; hasta llegar a la sepultura nos queda mucho que andar; si
somos capaces de caminar. Tal vez el cojo, llegue más lejos que nadie, su lento
caminar y su apreciación distinta del recorrido, le reporten más ser motivos,
para disfrutar del final.
Cuando la esperanza nos desborde, llegará la sanación
de cualquiera; linda manera de afrontar retos concretos y sueños alcanzables.
La ignorancia no se cura, perdura…; llegará lejos, si nos miramos siempre… en los mismos espejos.
Os lo digo yo,
que como
tiempo…
guardo razón.
JM Vereda 25/11/21
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