viernes, 15 de mayo de 2020


Aquel médico…, curaba con los ojos, evitando enojos; no sanaba con las manos, ni trabajaba en vano. Una simple mirada, era todo su reconocimiento; para qué prolongar momentos, para qué recurrir a medicinas que, a parte, de la ruina, desconocen los lamentos.

Generaba confianza su mirar infinito, su llamada, su grito, su templanza; su olor hasta a oscuras, cura que amparaba  hasta la más sutil bienaventuranza. Nunca aparecerá  la cura, si no utilizamos suturas convenientes; hasta llegar a la sepultura nos queda mucho que andar; si somos capaces de caminar. Tal vez el cojo, llegue más lejos que nadie, su lento caminar y su apreciación distinta del recorrido, le reporten más ser motivos, para disfrutar del final.

Cuando la esperanza nos desborde, llegará la sanación de cualquiera; linda manera de afrontar retos concretos y sueños alcanzables. La ignorancia no se cura, perdura…; llegará lejos, si nos miramos siempre…  en los mismos espejos.

Os lo digo yo,
que como tiempo…
guardo razón.


JM Vereda 25/11/21











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