…y bajaban los pastores…
de la sierra, al llano;
en una mano, la garrota
y en la otra, ilusión;
ca uno lo que tenía…
tomillo pa las aceitunas
que una a una,
acabó en el zurrón;
había nevao arriba
y helaría más tarde;
juntito el rebaño,
evitaban daños
y alguna desazón;
no eran cobardes
y sí gente sabia
que conocían al tiempo,
de tantos momentos,
convivir con él;
otros, romero…
buscando algún te quiero,
que siempre gusta oír;
ya se oían los cencerros,
a las puertas del pueblo,
quedando lejos los cerros,
la majá y el candil;
allí quearon los aperos
que con esmero,
celará el mastín;
a este, nadie le enseña
volver al redil.
JM
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