Buscaba el perro a su perrero…
después
de haber cumplío;
había
tronchao mucho monte,
detrás
del cochino herío;
él mismo
lo remató,
sin
zahones, ni cuchillo;
con el
alma en la boca
y en los
dientes, martillos;
ya no
vayas montero,
llegarías
tarde;
tu
corazón no arde…
como el
de él.
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