martes, 11 de enero de 2022

Oí al perro...

 

Oí al perro…

yo, en mi puesto;

del frente, la mancha;

detrás…

detrás el mundo entero;

por aquí no rompería,

seguro estaba yo, de eso;

además, cargaba aire…

como pa arreglar aquel entuerto;

hay veces que to se pone,

del lao menos bueno;

quiso hasta llover

y yo, sin sombrero;

pero eso no me importaba

de parao, ladraba aquel perro;

ya llevaba un rato…

ya escuché algún lamento

y no eran las voces

que se oían a lo lejos

ya, de regreso;

llamaba y llamaba…

a cualquier compañero,

él solo, entre quejío y lamento;

Dios mío que me ves…

cómo me voy a estar quieto;

yo, eso no lo aprendí,

 no me enseñaron a hacerlo;

tú me empujaste aquel día,

aquel día de enero,

frío como él solo,

gris y poco tierno;

cogí el cuchillo

y aparté el miedo;

quise acabar pronto aquello,

mas no lo permitió aquel compañero;

mirándome a los ojos me indicó

cómo hacerlo;

así entendí, asiendo otro arma

con más respeto;

entre ojo y ojo,

alojé mi aliento,

rematé la faena

con cierta pena

y mucho esfuerzo;

…ahí no acabó tó

sin darme cuenta,

me seguía el torero;

aquel que lidió,

en aquel cruel ruedo;

le abrí las puertas del coche

y lo curé entero;

tó se merecía aquel animal

y de mí, el mayor respeto;

a la suelta llegué…

a entregar mi premio;

me atendió el más viejo,

 de toos los perreros,;

con lágrima en los ojos,

recibiendo a su perro.

 

JM

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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