Me gusta oír
a las grullas cuando llegan,
ecos infinitos que rebotan en mi sierra;
mojarme los
pies con el rocío de la mañana
que a hora
temprana,
se dejó
caer;
secarme en
la chimenea,
costumbre no
fea
que a mi
abuela debo;
siempre
existe un luego,
que me seca bien;
siempre una
costumbre
que a la lumbre,
se deja
querer;
…y llegaron
los días,
con tardes
eternas,
ocasos sin
plazo
y enorme
belleza;
si alguien
no lo ha advertido,
defiendo a
gritos,
mi tierra;
esa, en la
que los arroyos ríen,
sin ser
primavera.
JM
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